La importancia de la comunicación política en Colombia: Lecciones de Luis Carlos Galán y el icónico afiche de Carlos Duque

En un país como Colombia, donde la política está profundamente entrelazada con la historia, la cultura y las emociones de su pueblo, la comunicación política se convierte en una herramienta esencial para conectar con los ciudadanos y construir confianza. Las mujeres y los hombres que se dedican a la política no solo dominar las propuestas legislativas, sino también saber transmitirlas de manera clara, emocional y auténtica. En este contexto, el legado de Luis Carlos Galán, un líder visionario, y el emblemático afiche diseñado por Carlos Duque para su campaña presidencial de 1982, ofrecen lecciones valiosas sobre cómo la comunicación puede transformar una candidatura en un símbolo de cambio. Este artículo explora la importancia de la comunicación política y cómo estos elementos históricos pueden inspirar estrategias modernas para optimizar el posicionamiento orgánico en internet de las nuevas figuras políticas.

La comunicación política: Un puente hacia el electorado

La comunicación política no se trata solo de transmitir mensajes, sino de construir una narrativa que resuene con las necesidades, valores y aspiraciones de los ciudadanos. En Colombia, un país con un contexto sociopolítico complejo, la comunicación efectiva puede marcar la diferencia entre una campaña olvidada y una que inspire acción. Según estudios, las estrategias de comunicación en campañas electorales, especialmente en plataformas digitales como X, Instagram o TikTok, son clave para influir en la opinión pública y movilizar el voto, combinando mensajes racionales y emocionales que conecten con el electorado.

Un candidato al Senado debe entender que la comunicación no es solo un discurso en una plaza pública o un tuit viral. Es un proceso estratégico que incluye:

  • Autenticidad: Los votantes valoran a los líderes que muestran coherencia entre sus palabras y acciones. Un mensaje auténtico genera confianza.
  • Narrativa emocional: Las campañas exitosas apelan a emociones como la esperanza, la indignación frente a la injusticia o el orgullo colectivo.
  • Presencia digital: En la era de las redes sociales, la visibilidad en plataformas digitales es fundamental para llegar a audiencias jóvenes y urbanas.
  • Claridad de propuestas: Los ciudadanos buscan propuestas concretas y viables, comunicadas de forma directa y comprensible.

Estos principios no son nuevos. Hace más de cuatro décadas, Luis Carlos Galán los aplicó con maestría, convirtiéndose en un símbolo de lucha contra la corrupción y la mediocridad, gracias en parte a una estrategia de comunicación poderosa y al icónico afiche diseñado por Carlos Duque.

Luis Carlos Galán: Un líder que modernizó la comunicación política

Luis Carlos Galán Sarmiento (1943-1989) fue un político colombiano que marcó un hito en la historia del país no solo por sus ideas, sino por su capacidad para comunicarlas. Como fundador del Nuevo Liberalismo, Galán abogó por la renovación de las prácticas políticas y la lucha frontal contra la corrupción, la mediocridad y el narcotráfico. Su pensamiento se centraba en modernizar el lenguaje político, utilizando los medios de comunicación como una herramienta para educar y movilizar a la ciudadanía.

Galán entendía que la política no podía ser un ejercicio elitista. Sus discursos, aunque extensos, eran pedagógicos, profundos y cargados de un tono emocional que conectaba con las plazas públicas, desde pequeños municipios hasta grandes ciudades. Su lema de campaña, “Contra la corrupción, la mediocridad y la miseria”, no solo resumía su visión, sino que se convirtió en un grito de batalla que resonó en millones de colombianos. Este mensaje, claro y directo, reflejaba su compromiso con un cambio estructural en la política colombiana.

Además, Galán fue pionero en reconocer la importancia de la imagen en la comunicación política. Su apariencia distintiva —pantalón blanco, camisa roja, gesto firme y mirada penetrante— no era casualidad, sino parte de una estrategia deliberada para proyectar fuerza, cercanía y autenticidad. Esta visión culminó en el afiche diseñado por Carlos Duque, que se convirtió en un ícono de su campaña y de la historia política del país.

El afiche de Carlos Duque: Un símbolo inmortal

En 1981, cuando Galán y su equipo acudieron a la agencia publicitaria Procesos Creativos, dirigida por Carlos Duque, buscaban más que un simple diseño: querían un símbolo que capturara la esencia de su movimiento. El resultado fue un afiche inolvidable: una ilustración a plumilla basada en una fotografía de Javier Pesca, que mostraba a Galán con un gesto de rebeldía, acompañado únicamente por la palabra “GALÁN” en tipografía bold y serif.

Este afiche no era solo una pieza publicitaria; era una declaración de principios. Su simplicidad y fuerza visual lograron que millones de colombianos lo colocaran en sus ventanas, desde los barrios populares hasta los hogares de clase alta. Como describe Carlos Duque, “Galán el hombre y Galán la imagen son una misma entidad”. El afiche no creó a Galán, sino que amplificó su carisma y su mensaje, convirtiéndolo en un símbolo de resistencia contra la corrupción y la mediocridad.

El diseño de Duque es un ejemplo perfecto de cómo la comunicación visual puede trascender el tiempo. La imagen de Galán, con su grito rojo, no solo movilizó a los votantes en los años 80, sino que sigue siendo un referente de cómo un mensaje político bien ejecutado puede perdurar en la memoria colectiva. Para un candidato al Senado en 2025, este afiche enseña que una imagen poderosa, combinada con un mensaje claro, puede ser más efectiva que cualquier campaña publicitaria costosa.

Lecciones para los candidatos: SEO y comunicación moderna

Hoy, la comunicación política ha evolucionado con la irrupción de las redes sociales y el marketing digital, pero los principios de Galán y el impacto del afiche de Duque siguen siendo relevantes. Para un candidato al Senado que busca optimizar su SEO (Search Engine Optimization) y destacar en un entorno digital competitivo, estas son algunas estrategias inspiradas en el legado de Galán y Duque:

  1. Crea una narrativa auténtica y consistente: Al igual que Galán, un candidato debe construir una identidad clara. Por ejemplo, palabras clave como “candidato al Senado Colombia”, “propuestas contra la corrupción” o “liderazgo ético” pueden integrarse en publicaciones de blog, videos y redes sociales para mejorar el posicionamiento en buscadores.
  2. Utiliza el poder de la imagen: Una imagen impactante, como el afiche de Galán, puede ser un diferenciador. Invierte en contenido visual profesional (fotos, videos, infografías) que refleje tu mensaje y compártelo en plataformas como Instagram, X y TikTok, asegurándote de incluir hashtags relevantes como #PolíticaColombia, #Senado2025 o #LiderazgoÉtico.
  3. Aprovecha las redes sociales para conectar emocionalmente: Galán sabía apelar a las emociones de su audiencia. Un candidato moderno debe usar plataformas como X para publicar mensajes directos y emotivos, respondiendo a las preocupaciones de los ciudadanos. Publicaciones con palabras clave como “Colombia cambio”, “justicia social” o “contra la mediocridad” pueden aumentar la visibilidad y la interacción.
  4. Invierte en contenido de calidad para blogs: Artículos como este, optimizados para SEO con términos como “comunicación política Colombia”, “Luis Carlos Galán legado” o “estrategias campaña Senado”, no solo informan, sino que mejoran el posicionamiento en Google. Incluye enlaces internos a otras secciones de tu sitio web y externos a fuentes confiables.
  5. Combate la desinformación: Como señala la experta Diana Elizabeth Ruiz, el periodismo y la comunicación política deben contrarrestar las fake news. Un candidato debe verificar sus fuentes y promover mensajes basados en hechos, lo que refuerza su credibilidad y mejora su reputación online.
  6. Haz un guiño al legado de Galán: Mencionar a figuras como Galán en tu narrativa no solo conecta con la memoria colectiva, sino que también atrae búsquedas relacionadas con su nombre. Por ejemplo, un artículo o publicación que hagas eco de su lucha contra la corrupción puede posicionarte como un heredero de sus ideales.

El poder de comunicar para transformar

La comunicación política es mucho más que un megáfono para difundir propuestas; es un arte que combina autenticidad, estrategia y conexión emocional. Luis Carlos Galán lo entendió hace décadas, y su afiche diseñado por Carlos Duque se convirtió en un emblema de su visión transformadora. Para un candidato al Senado en Colombia en 2025, estas lecciones son un recordatorio de que una campaña exitosa no solo se mide por los votos, sino por la capacidad de inspirar y movilizar a una nación.

Al adoptar una estrategia de comunicación que integre SEO, contenido visual impactante y un mensaje claro, un candidato puede no solo aumentar su visibilidad en buscadores, sino también construir una conexión duradera con los ciudadanos. Como Galán nos enseñó, la política es una oportunidad para soñar con un mejor país, y la comunicación es el puente para hacerlo realidad.

El Lenguaje No Verbal de Gustavo Petro

El lenguaje no verbal es una herramienta poderosa en la comunicación, especialmente en la política, donde los gestos, expresiones faciales y posturas pueden transmitir tanto o más que las palabras. En el caso del presidente de Colombia, Gustavo Petro, su estilo comunicativo ha sido objeto de análisis por su capacidad para conectar con las audiencias, pero también para revelar sus intenciones o pensamientos sobre los demás y sí mismo. Estuve acompañado de un grupo de expertos en el tema en el programa Nos Cogió La Noche del Canal Cosmovisión.

La importancia del lenguaje no verbal en la política

El lenguaje no verbal incluye gestos, posturas, expresiones faciales, tono de voz y contacto visual. En política, estos elementos son cruciales para generar confianza, empatía y credibilidad. Según estudios, hasta el 93% de la comunicación efectiva puede depender de factores no verbales, especialmente en contextos emocionales o de alta carga simbólica. Para un líder como Gustavo Petro, cuya trayectoria está marcada por un discurso de cambio social y justicia, el lenguaje no verbal es una extensión de su narrativa política.

El lenguaje no verbal de Gustavo Petro

El lenguaje no verbal de Petro ha sido tanto una fortaleza como una debilidad. Por un lado, su estilo popular le ha permitido conectar con sectores que buscan un liderazgo carismático y comprometido con el cambio. Sus gestos y expresiones refuerzan su narrativa de lucha contra la desigualdad y la defensa de los derechos sociales, lo que resuena especialmente con las comunidades marginadas.

Por otro lado, su falta de intensidad gestual y su desparpajo pueden ser percibidos como signo de desprecio al interlocutor o polarizantes. Algunos críticos han señalado que su lenguaje no verbal puede parecer agresivo o excesivamente emocional en contextos donde se espera mesura, como negociaciones diplomáticas o discursos institucionales. También se ha especulado sobre la posibilidad de que el presidente Petro padezca un Trastorno Narcisista de la Personalidad.

En última instancia, el lenguaje no verbal de Petro no solo complementa sus palabras, sino que da cuenta de las reales intenciones de su mensaje. A continuación el programa completo al respecto del lenguaje no verbal del presidente de Colombia en Nos Cogió La Noche:

¿Bloqueado en el Grupo de Facebook Facultad de Publicidad de la UPB?

Algo extraño me ha sucedido con mi querida Universidad Pontificia Bolivariana. Luego de un conflicto que sostengo el jefe de carrera de la Facultad de Publicidad, de la cual soy egresado, dejé de poder publicar en el grupo oficial de la Facultad en Facebook. El conflicto se originó debido a acciones contrarias a la convivencia vecinal y el bienestar de mi familia, y por las cuales cursan actualmente contra él, una denuncia en Fiscalía y otro par en la Inspección de Policía de El Retiro, una por ruido los domingos y festivos y otra por negarse a retirar dos árboles de su propiedad, que amenazaban con caer sobre nuestra vivienda y por la cual ya ha sido declarado infractor.

En lo que parece ser un acto de censura, en consonancia con el acoso jurídico que viví por parte del mismo personaje –buscando que borrara una publicación en mis redes en las que develaba, con pruebas, el hecho de intolerancia del que habíamos sido víctimas mi familia y yo–, curiosamente mis publicaciones, felicitando por el día del publicista, invitando a una conferencia o promocionando una entrevista del programa En Rojo y Negro de la propia Universidad Pontificia Bolivariana, eran borradas a los pocos minutos. Días después dejé de tener acceso al Grupo oficial de Facebook de la Facultad de Publicidad de la UPB y sus ofertas laborales.

Buscando una explicación razonable a lo que estaba sucediendo, me dirigí al decano de Ciencias Sociales enterándolo de la difícil situación y pidiéndole una reunión. Su respuesta por correo fue que no encontraba prueba de alguna censura y que posiblemente se debía a políticas de la plataforma digital con algunas cuentas. Dejando así de lado la evidencia de que en los meses anteriores y posteriores al contacto, era claro que solo podía publicar la administradora del Grupo. Donde antes participaba activamente la comunidad de estudiantes y egresados de la Universidad Pontificia Bolivariana ahora nadie más lo hacía, y mi página de Facebook no presentaba ninguna restricción que explicara el impedimento. Posteriormente recuperé en acceso al grupo, pero no la posibilidad de publicar.

En días pasados, aproveché una reunión virtual a la que me citó la profesora de la Facultad y administradora del Grupo de Facebook para tratar de aclarar mi dudas, pero su respuesta fue que me dirigiera al área jurídica de la Universidad para obtener respuesta. Yo ya había tenido que hacerlo anteriormente para que respondiera a mis correos pidiéndole respetuosamente me explicara lo que sucedía. El que nada debe nada teme, decían los abuelos ¿Será necesario tutelar mi derecho fundamental a la información, participación y opinión en mi propia Universidad? ¿Tomará cartas en el asunto la Dirección de Delitos Informáticos de la Fiscalía, a quien he pedido verificar la información suministrada por los representantes de la Universidad? Una pena que se tramiten las diferencias de esta manera y que representantes de la institución que nos formó durante años en valores como la honestidad, traten ahora a miembros de la comunidad UPB como extraños, evadiendo su eventual responsabilidad en asuntos tan delicados como un posible abuso de autoridad.

Posdata: En respuesta al segundo derecho de petición que envié a la Universidad el pasado 27 de mayo de 2025, la Universidad reconoce que los bloqueos pueden ser una de las razones de imposibilidad de publicación de algunos miembros del Grupo oficial de Facebook Facultad de Publicidad UPB, pero no revela en qué casos ni quiénes. En mi caso la restricción no se explica por ninguno de los motivos que se enuncian como términos y condiciones del Grupo. También solicité al nuevo vicerrector general de la UPB, otra vez, una cita personal para tratar el tema, pero respondió que él debía ser garantía de imparcialidad. Además que «la divergencia ya ha sido puesta en conocimiento de las autoridades administrativas y judiciales competentes». Así vamos entonces sin que nada pase desde 2023 y la UPB se limite a responder por correo mientras el jefe de carrera habla personalmente con los personajes generando suspicacias y descalificaciones personales, según me cuenta un profesor que me pidió omitir su nombre. De momento, solo nos queda entonces hacerlo visible para que verdaderamente se investigue y se eviten futuros sucesos similares.

El decano que quita lo bueno

Todos tenemos vecinos, compañeros de trabajo o estudio, jefes indolentes y abusivos. Es parte de la lamentable consecuencia de una cultura que privilegia el egoísmo y desconoce el espacio personal de los demás. Esta es la historia de uno de esos tantos, que escudados en su posición privilegiada, llegó a montar un apéndice de su dominios en tierras guarceñas. Empezó por crear un grupo de WhatsApp en el que nos metió, sin consultar, para luego darnos indicaciones y solicitar los favores que el mismo no hacía.

Un día llegaba yo a la universidad a dar clase cuando recibí una llamada del personaje. Me decía que quería instalar las señales de número de casa que pone el cuadrante de la policía y buscaba saber si nosotros nos sumaríamos a su iniciativa. Le dije que no, que con las cámaras que teníamos instaladas creíamos suficiente el efecto disuasivo y que la policía de El Retiro hacía poco o nada cuando se le llamaba. Cámaras de las que después él mismo se escondería.

Aproveché y le pedí el favor de que no se guadañara los domingos, como venía hacíendose desde hace meses, para así posibilitar el descanso de todo el vecindario y procurar una sana convivencia (Lo cual sigue haciendo a la fecha de esta publicación, más de un año después a pesar de nuestras sucesivas solicitudes ante el Inspector de Policía de El Retiro, convidado de piedra). Me respondió que el señor que le guadañaba solo podía los domingos así que «toca», me advirtió. Días después, mientras daba clases recibí un mensaje del mismo personaje, muy disgustado porque el señor que nos ayuda con la jardinería, estaba podando los arbustos del lindero y había dejado unas ramas en la servidumbre. Le respondí pidiendo un poco de paciencia mientras se retiraban las ramas y usando su misma expresión: «toca».

«Toca», pero solo a los demás

«¡¿Toca?!», no señor, eso no se le podía decir a todo un decano. Él sí a nosotros, pero nosotros a él ¡qué tal!. Así sucede con ciertas estructuras narcisistas de la personalidad o privilegiadas de la sociedad. El que quita lo bueno entró en cólera y se tomó el trabajo de recoger los restos que quedaron de la poda para tirarlos justo en la entrada de nuestra finca. Eso sí, escondiéndose de la cámara y dejando, creo yo que imprudentemente, una prueba de su fechoría: un mensaje en WhatsApp en el cual nos advertía que como a nosotros no nos había interesado su reclamo, a él tampoco le interesaría nuestro bienestar.

El mensaje lo escuché días después en un descanso entre las intensas grabaciones que teníamos en TeleAntioquia para finalizar el año 2023. Era el mensaje de un capataz, edulcorado con la expresión «espero no molestarte y que esto no escale» (explicación no pedida, culpabilidad manifiesta), mientras tiraba las ramas en el portón de salida de nuestra propiedad, lo que impediría que Laura y Cristóbal, aún bebé de un año, pudieran salir en caso de una emergencia. Ahora fui yo quien entró en cólera.

Las ramas que impidieron que el motor de la puerta se deslizara sin problema esa noche, no habían sido dejadas por el jardinero, como creí inicialmente, sino que habían sido dejadas con toda la mala leche, por un vecino intolerante que nos pedía a nosotros lo que él no estaba dispuesto a ofrecer. Revisé las grabaciones de las cámaras y ahí estaba él, escondido detrás de la primera columna de la puerta, creyendo impune su acto cobarde y además indigno de su figura social y académica.

Publiqué una captura de esta imagen, sin citar su nombre, denunciando aquel vergonzoso hecho de intolerancia. Pensé en acudir a la inspección, pero sabía de la negligencia de esta institución en El Retiro en la que ya había tenido un evento en el que era claro que los funcionarios me reconocían como un personaje opuesto a los intereses del alcalde y estaban dispuestos a cobrarlo a través del desgaste propio de sus citaciones (Ágatha, el animal feroz). El que quita lo bueno lo sabía y en un acto de oportunismo fue a quejarse por la poda y esta publicación en mi página de Facebook.

La siguiente es mi respuesta al proceso en la Inspección de Policía por «dejar elementos peligrosos en la vía» e «incitar a riñas con comentarios agresivos» que instauró cínicamente el decano, y que luego escalaría al Juzgado de El Retiro y la Fiscalía -todo en menos de un mes y sin esperar el pronunciamiento de ningún ente judicial-, con la intención, claro, de tratar intimidarme para que no se conociera la asunto. De hecho, días después dejé de tener acceso al Grupo oficial de Facebook de la Facultad de Publicidad UPB, de la cual soy egresado. Esta publicación es un intento por mantener vivo el poder de la palabra, la libertad de expresión y apelear a la sanción social, como única medida que prevalece en un país donde el Estado es un elefante dormido. El nombre del personaje ha sido reemplazado por el título de esta publicación.

La historia completa

Ni se dejaron elementos en las vía que representaban riesgo para la vida o la integridad ni se hicieron comentarios que incitaran a riñas y confrontaciones, al menos de mi parte.

Finalizando el mes de octubre de 2023, mientras me encontraba dando clase en la Universidad, recibí un mensaje de WhatsApp de El que quita lo bueno quejándose por la presencia de unas ramas en la servidumbre que comparten las cuatro fincas del Ramal Samarkanda. Ramas producto normal de la poda de unos setos que realizaba el jardinero en ese momento. Le respondí pidiéndole un poco de paciencia, mientras el jardinero terminaba su labor y procedí a contactar a mi esposa para que le recordara a Raúl, el jardinero, que debía recoger las hojas -como en efecto sucedió-, y seguí en mi labor docente. Al llegar por la noche no pude ingresar a mi propiedad pues la puerta se atoró en una hojarasca que había en todo el riel del motor eléctrico, no sabía que había sucedido. Días después vi el video de las cámaras de seguridad y escuché el audio que El que quita lo bueno nos dejó notificándole de que sería él quien personalmente la tiraría en nuestro portón para aleccionarnos a mi trabajador, a mi familia y a mi por no seguir sus órdenes de recoger las hojas de inmediato.

La versión que entrega a este despacho el vecino y decano de una querida Universidad, de la cual soy egresado, omite convenientemente los puntos importantes que explican el conflicto de lo sucedido, poniéndose en calidad de agredido cuando es justo al revés. Raul, el jardinero, relata que el señor que quita lo bueno «llegó todo grosero, ni saludó ni nada, a pedir que le corriera unas ramas ahí». Es absurdo pensar que el maltrato conduce a la colaboración efectiva y que la pequeña discapacidad cognitiva de Raúl, no le permitiría comprender el trato irrespetuoso por parte del decano. También es absurdo pensar que se puede poner en riesgo el bienestar de una familia con un bebé y esperar que está se quede callada, como lo ha pretendido El que quita lo bueno. Mi esposa y mi bebé se encontraban solos en nuestra finca, mientras El que quita lo bueno arrojaba las hojas, que quedaron después del barrido del jardinero, en todo el riel de deslizamiento de la puerta de ingreso a la casa familiar, en un horario nocturno cuando no es posible removerlas fácilmente para salir en caso de necesidad o emergencia.

Como mencioné, cuando llegué a mi casa, la puerta se atascó en las hojas y debí bajarme a limpiar parte del riel con la mano para que las ruedas de la puerta funcionaran. Mi esposa, sin embargo, no habría podido hacer lo mismo para salir, puesto que la pendiente de salida de nuestra propiedad es muy pronunciada y el carro no puede detenerse mientras sube los rieles. Es decir, Laura había quedado atrapada con nuestro hijo Cristóbal, antes de que yo llegara, debido a la imprudencia del señor que quita lo bueno, quién disgustado por la supuesta falta de colaboración del jardinero y mi imposibilidad de responder todos sus mensajes, decidió tomarse el trabajo de recoger las hojas sobrantes del barrido del corte de los setos, que no interrumpían el paso de nadie, y tirarlas, no al lado del camino, no en un rincón de la servidumbre sino en toda la puerta de nuestra propiedad. Eso si, no sin antes dejarnos un mensaje de audio en WhatsApp, en tono desafiante, advirtiéndonos que como le habíamos pedido paciencia con el jardinero, ahora tuviéramos paciencia nosotros y que como le habíamos pedido respetar la convivencia hacia pocos días, no guadañando los domingos desde antes de las 7 AM pues que ahora respetáramos nosotros esa misma convivencia. Quince días después, otra vecina también podó sus setos y los restos de estos, ramas y hojas, estuvieron cerca de dos semanas en la servidumbre, pero de este acontecimiento, por supuesto, no hay queja en esta inspección por parte del señor que quita lo bueno, demostrando que el problema no fue el hecho si no las personas.

Posterior al incidente de intolerancia del que fuimos víctimas mi familia y yo, recibí una citación a la inspección por una queja del señor que quita lo bueno sobre el hecho, acusándome de haberlo provocado. Así entonces, el señor que quita lo bueno en vez de disculparse con nosotros por su actuación imprudente -poniendo lo malo a una sana convivencia y olvidando que hemos sido tolerantes con los perros de su guardería canina, que se pasan con frecuencia a nuestra propiedad, orinando nuestros muebles y regando nuestra basura-, decidió que la mejor forma de defensa era el ataque, hostigándonos jurídicamente no solo con esta queja en la inspección sino también con la Fiscalía y una tutela en el juzgado, donde dicho sea de paso, ya fue fallada también la segunda instancia en contra las pretensiones del señor que quita lo bueno, ratificando como improcedente su acción.

Cansado de la actitud pendenciera del señor que quita lo bueno e indignado por su cinismo, ante el evidente peligro que representó está última actuación de tirarnos los restos de la poda en toda la puerta de ingreso, decidí dejar constancia del hecho de intolerancia, como periodista que soy, en mi página de Facebook. Cabe anotar que la publicación no menciono el nombre del agresor, pero obviamente él se siente identificado y molesto al reconocerse. La publicación hace pasar por la palabra y no por los hechos de violencia, un acontecimiento lamentable por parte de quién debería haber actuado con el respeto que exige la vecindad y la dignidad que su figura académica y social le sugiere. 

Decían los abuelos que si uno no quiere que algo se sepa, no debería hacerlo. El vecino y decano sí lo hizo y ahora pretende que no se sepa instrumentalizando el copado aparato judicial para victimizarse y tratar de intimidar a un vecino y exalumno periodista.

Finalmente, hace un mes, en febrero de 2024, cuando Raúl terminaba su labor de guadañar en mi propiedad, un personaje comenzó a gritar desde el lote del señor que quita lo bueno: «¡Naranjo, Naranjo, otra vez esta misma mierda. Sali si sos tan berraco!», bramaba a voz de cuello. Podía ser El que quita lo bueno o su hermano, generalmente más maleducado que el propio decano. No respondí a la provocación. Salimos luego a la servidumbre para cerciorarnos de que el camino estaba despejado y vimos que en efecto solo había los normales restos de grama que Raul ya había comenzado a barrer después de guadañar. Tomamos fotos para dejar constancia. Al regresar a casa encontramos una llamada perdida de El que quita lo bueno a la que tampoco respondimos para evitar insultos o confrontaciones como los que proponía quien gritaba desde el lindero. Al parecer no se puede tocar con la hoja de una yerba la servidumbre, que nos pertenece a todos.  

Quiero dejar claro que aquí no hay ninguna contravención al código de Policía, al menos por nuestra parte. No se dejaron obstáculos peligrosos en la entrada de la finca de El que quita lo bueno, cosa que si sucedió voluntaria e intencionalmente en la nuestra por parte del quejoso. Y tampoco he hecho comentarios que inciten a riñas, a menos que la publicación de la verdad misma, le produzca eso al vecino, caso del cual no es menester que se ocupe la ley. Una cosa es que a uno le moleste lo que otros dicen sobre sus actuaciones y otra muy distinta, que sea una contravención o un delito. Propongo que El que quita lo bueno asuma su responsabilidad como adulto y deje de hacernos perder tiempo y recursos a todos, incluyendo al municipio de El Retiro y a sí mismo, por quejas y denuncias sin fundamento y originados exclusivamente por su actuaciones. Los pendientes solo pueden conducir necesariamente al mismo destino del fallo de tutela que en primera y segunda instancia dos jueces de la República han considerado como improcedentes.