El legado de Luis Carlos Galán, 36 años después

Yo tenía 12 años el 18 de agosto de 1989. Era de noche y me encontraba viendo el Noticiero Nacional, presentado por José Fernández Gómez. De repente, interrumpieron la programación para anunciar que el candidato —y muy probable próximo presidente de Colombia— había sufrido un atentado en el parque de Soacha, en medio de una manifestación política. Aún no había imágenes del atentado. Recuerdo que los videos mostraban a un grupo de escoltas tratando de subir el cuerpo del candidato a un automóvil.

Llamé a mi madre, que se sentó junto a mí, frente al televisor, rogando para que Galán sobreviviera. La verdad es que, mientras se transmitían las imágenes del atentado, el candidato se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Kennedy, en Bogotá. Allí lo habían trasladado luego de los esfuerzos por mantenerlo con vida en el Hospital de Bosa. La gravedad de las heridas en el abdomen —justo donde terminaba el chaleco antibalas que acostumbraba llevar, luego de varios intentos de asesinarlo por parte de sicarios enviados por Pablo Escobar— le había hecho perder demasiada sangre. Galán fallecería debido a un shock hipovolémico, y con él, la esperanza de millones de colombianos.

Las semanas siguientes fueron de luto nacional. Recuerdo a mis amigos del barrio Carlos E. Restrepo, contándome que su madre o su tía se habían puesto a llorar al escuchar la noticia del asesinato de Luis Carlos Galán. Vivíamos en una época en la que los traficantes de drogas del Cartel de Medellín —mi ciudad— ejercían un dominio casi total sobre el territorio y el cada vez más oscuro estado de ánimo de la población. Galán representaba ese cambio que parecía morir con él.

Días después, su hijo Juan Manuel, en el Cementerio Central de Bogotá, mientras enterraban a su padre, entregó el relevo a César Gaviria, jefe de debate de la campaña y exministro del anterior gobierno. Colombia entera se movilizaría entonces ante una nueva campaña que pasaba del memorable “Siempre adelante, ni un paso atrás” de Galán a “Con Gaviria habrá futuro”. El país resistió la brutal embestida del narcoterrorismo en aquel entonces y logró asomarse, no sin dificultades, al futuro en el siglo XXI.

Hoy, 36 años después, el reto no parece ser menor. De nuevo, los grupos armados ilegales y la incapacidad del Ejecutivo para hacerles frente nos ponen ad portas de una nueva crisis institucional. Más del 70% del territorio es dominado en buena medida por grupos ilegales en los que la población no tiene más remedio que obedecer o morir. La salud está en cuidados intensivos y la economía, aunque sigue creciendo de la mano de la deuda y el gasto, anuncia unos próximos años llenos de dificultades.

Dificultades ante las que no podemos quedarnos impávidos. No podemos ser simples espectadores frente a una Colombia que se nos desmorona entre el populismo y la polarización. Con las banderas de un hombre valiente, que luchó por un verdadero cambio social en el país, avanzaremos lejos del miedo y la rabia. Avanzaremos con su espíritu en nuestros corazones, en medio de la esperanza y la alegría, demostrando que un nueva forma de hacer la política en Colombia, con honestidad y conocimiento, sí es posible.

¿Sirven las Cámaras de Comercio en Colombia?

Durante 20 años tuve mi empresa de Publicidad y Marketing dedicada a asesorar a pequeñas y medianas empresas llamada Naranjo Publicidad. Cada año era el mismo padecimiento impuestos de industria y comercio, contadores, facturación y renovación del Certificado de Cámara de Comercio.

Todos aportaban poco valor al proceso de atención y servicio al cliente, pero eran inevitables. En especial este último, relacionado con las Cámaras de Comercio. Sus valores suelen ser significativos para las pequeñas y medianas empresas y establecer tarifas de renovación por facturación así la utilidad sea menor o negativa, me parece francamente un abuso.

Es por ello que considero que las Cámaras de Comercio, encargadas de la certificación de costumbres mercantiles, deben adecuar sus procedimientos a las necesidades del mercado colombiano o desaparecer. Sus procedimientos, propios de un monopolio, y juntas directivas siguen siendo controladas por claros intereses políticos y empresariales ajenos a los pequeños y medianos empresarios, que son la mayoría de las empresas en Colombia.

Necesitamos entidades que verdaderamente representen los intereses de la mayoría de los empresarios en Colombia. Necesitamos cambiar la política, cambiando a los políticos.

Reforma tributaria Petro 2025

La reforma tributaria 2025 del gobierno del presidente Gustavo Petro -Ley de Financiamiento-, busca recaudar 26 billones de pesos, 3 billones de pesos más que al reforma propuesta por Alberto Carrasquilla y que dio origen al llamado «Estallido Social».

¿Por qué un gobierno en su último año se embarcaría en semejante empresa sabiendo que la mayoría de los congresistas serían castigados si la votan positivamente? En este video yo (Carlos Naranjo) hago un breve análisis al respecto, partiendo de la ley del financiamiento del año 2024, que no fue aprobada por el Congreso de la República y terminó siendo aprobada por decreto presidencial.

¿Por qué una parte de la opinión pública ha sido más laxa con Petro que con Duque?

Estuvimos conversando en Nos Cogió la Noche del canal Cosmovisión con José Manuel Restrepo, rector de la Universidad EIA y exministro de Hacienda en el gobierno de Iván Duque, sobre los inmensos retos en material fiscal que tendrá que enfrentar el próximo gobierno nacional, pero no solo eso, también del aumento del costo de vida para la mayoría de los colombianos durante el gobierno Petro y la laxitud de una parte significativa de la opinión que anteriormente fue implacable con el gobierno Duque.

Una posible explicación que se asoma a este fenómeno social es la narrativa populista del gobierno Petro que contrasta con la narrativa casi inexistente del gobierno Duque, sumada a las dificultades y limitaciones que entrañó la pandemia para la inmensa mayoría de la población y que agotada por el confinamiento, salió a expresar su malestar, como una válvula de escape.

Tampoco puede dejarse de lado que las marchas estaban infiltradas por grupos especializados en generar el caos y la incertidumbre. Este tipo de profesionales del la llamada «revolución molecular» no se encuentra en otros espectros del panorama político lo que hace que aunque estén en desacuerdo con buena parte de las políticas del actual gobierno, no consideren las vías de hecho como una forma de manifestar su inconformidad.

En resumen, nos enfrentamos a un panorama desalentador en el corto y mediano plazo en Colombia. Bien sea por la continuidad del actual modelo político y su déficit fiscal que alcanza cerca de 8 puntos del PIB (algo así como 130 billones de pesos), o el cambio de modelo en las próximas elecciones, a cuyo gobierno le tocaría el impopular papel de recortar el gasto público y poner los pies en la tierra a buena parte de la población que ha vivido por estos días a través de las ilusiones y las falsas promesas.

La conversación completa de la mesa de Nos Cogió la Noche del canal de televisión Cosmovisión, a continuación: